Dra. Roser Vendrell Mañós http://recerca.blanquerna.edu/estudi-infancia/inici/
El niño necesita conocer su entorno para poder relacionarse con él y la manera más natural de hacerlo, durante los primeros años, es mediante el juego libre. Así, esta actividad pasa a ser una necesidad casi de supervivencia, lo que la convierte en un derecho más de la infancia, como lo son también el derecho a la alimentación, a la salud, o a la educación. Esta atribución del juego como derecho tiene una historia muy breve. Hemos de esperar hasta 2013, año en que el Comité de los Derechos del Niño publica la “Observación general nº 17: sobre el derecho del niño al descanso, el esparcimiento, el juego, las actividades recreativas, la vida cultural y las artes”, como complemento del artículo 31 de la Convención de los Derechos del Niño (1989).
En este documento incidimos, inicialmente, en la delimitación conceptual del juego 다운로드. Posteriormente, ofrecemos argumentos que faciliten la comprensión, desde una perspectiva psicopedagógica, de su importancia en el desarrollo de los niños, especialmente en el período de los 0 a los 6 años. Y, finalmente, comentamos el papel del adulto, tanto de los familiares como de los profesionales que trabajan en la atención a la infancia.
Definimos el juego, básicamente, como una actividad espontánea y natural del niño, así pues, es una actividad LIBRE, donde los niños son los protagonistas. Cualquier actividad, si parte del niño, se puede considerar juego: picar con un objeto en el suelo, saltar de una manera determinada, hacer muecas con otro, jugar a bomberos, o a 1, 2, 3 pica pared 다운로드. De hecho, el juego para el niño no tiene otra finalidad que disfrutar de la actividad. Y, a pesar de que a menudo le supone un esfuerzo, continúa siendo placentera y satisfactoria. Los errores en el juego no tienen el componente social de fracaso, al contrario, son situaciones de reto que invitan a la propia superación. El juego, en definitiva, favorece la construcción de la propia personalidad, ya que, haciendo uso de la capacidad de escoger, decidir y mejorar se ejercita la libertad y la autonomía.
La tipología de juegos es muy diversa, y encontramos diferentes propuestas de clasificación. Podemos plantear, por ejemplo, el juego exploratorio y experimental, el juego simbólico y el juego de regla; o podemos hablar del juego en solitario, en paralelo o en grupo (con diferentes niveles de cooperación) 다운로드. Según los autores, la terminología puede cambiar, así, encontramos autores que usan el término juego psicomotor o juego funcional, cuando se pueden considerar sinónimos del juego exploratorio o experimental (ya que también se explora y experimenta con el propio cuerpo).
El juego favorece el desarrollo global del niño. Ayuda al conocimiento de su entorno social, ya que se da en espacios de interacción con los demás, desde la rutina del día a día, y también al conocimiento del entorno físico, del propio cuerpo y de todo lo que lo rodea, como las propiedades de los objetos y las relaciones entre todos ellos. El niño, sobre la base de esta interrelación tan compleja, desarrolla sus competencias motrices, sociales y cognitivas; desarrolla las estructuras cognitivas básicas lógico matemáticas, simbólicas y espacio-temporales, que posibilitan la adquisición de aprendizajes escolares, como las matemáticas, la lectura y la escritura 영혼은 그대 곁에 다운로드.
Desde la psicología evolutiva y educativa, el juego presupone unas características muy significativas. En primer lugar, se garantiza la motivación, ya que el juego se da a partir de los intereses del niño, es una actividad libremente escogida; se da, pues, un fuerte componente motivacional de tipo endógeno. En segundo lugar, y siguiendo los planteamientos de Vygotsky, el niño, cuando juega, se sitúa de manera natural en su zona de desarrollo próximo (ZDP) entre un nivel de conocimiento real, ya adquirido, y los propios retos que el mismo niño se plantea 파스칼 다운로드. El juego sin reto ya no es juego. Incluso cuando observamos a los bebés, podemos ver cómo se plantean hipótesis (implícitas) que continuamente verifican como éxitos o fracasos. Y, en tercer lugar, recordamos a Ausubel y el concepto de aprendizaje significativo, ya que, en el juego, los aprendizajes que se realizan se basan en los conocimientos previos y, al mismo tiempo, son muy funcionales; son aprendizajes necesarios, pragmáticos, que se pueden dar en situaciones de juego muy similares, pero nunca idénticas y, por lo tanto, son aprendizajes que se pueden generalizar y aplicarse a diferentes contextos de su vida.
De los planteamientos expuestos no hemos de concluir, en ningún caso, un posicionamiento del adulto situado en el laisser faire, en un papel permisivo y sin límites; al contrario, los niños necesitan sentirse seguros, y esta seguridad demanda un vínculo afectivo estable y un límite, una norma. Así, los adultos, tanto en el contexto familiar como profesional, han de ofrecer un entorno de seguridad, un entorno afectuoso y con unas normas de convivencia claras y mantenidas, que, en algunos ámbitos, son conocidas como rutinas. Es en este contexto donde el niño puede jugar libremente, sin miedo, y los adultos debemos permitirlo, siempre que la actividad de juego se ajuste a las cláusulas del contexto. Estos límites deben ser, siempre, explícitos y muy claros, aunque se puedan consensuar de manera más o menos razonada según la edad de los niños.
Mientras los niños juegan es muy conveniente que el adulto esté presente, principalmente, en el período de la educación infantil. Su presencia no implica necesariamente la participación en el juego, es una presencia que acompaña al niño, colabora cuando este se lo pide, pero también da autonomía. Puede ofrecer materiales, plantear preguntas, incidir en algún aspecto concreto, incluso puede llevar la contraria,… Básicamente, el adulto ofrece tiempo para jugar, y organiza los espacios y los materiales que invitan al niño a tener iniciativas de juego. No podemos olvidar que el juego debe ser placentero y acorde con los intereses infantiles. Cuanto más observemos y demos significación a las actividades que desarrollan los niños mientras juegan, más conoceremos sus preferencias y necesidades, y nos encontraremos unas situaciones donde los niños muestren unos niveles de esfuerzo, concentración y superación sorprendentes y que ponen de manifiesto la cantidad y calidad de los aprendizajes que se pueden llegar a conseguir JUGANDO.
Bibliografía:
Bruner, J. (1986). «Juego, pensamiento y lenguaje». Perspectivas, XVI, 79-86.
Linaza, J. L. (2013). «El juego es un derecho y una necesidad de la Infancia». Bordón, 65(1), 103-117. DOI: 10.13042/brp.2013.65107.
Vendrell, R. (2009). «El joc lliure: un espai natural per al desenvolupament infantil». Aloma: Revista de Psicologia, Ciències de l’Educació i de l’Esport, 25, 137-159.
Vygotsky, L. S. (1994). Pensament i llenguatge. Vic: Eumo.