Prácticamente, todos los que han procurado contribuir al hecho educativo de Platón acá han coincidido en que la música es parte básica de la educación integral del niño. Por lo tanto, cómo es que todavía nos formulamos la pregunta que encabeza este escrito. La mayoría reconoce el valor musical como un aprendizaje de gran potencia y, al mismo tiempo, lo define como una vertiente más del negocio del entretenimiento, y, en cualquier caso, considera que no es una cuestión prioritaria, teniendo en cuenta el modelo capitalista en que nos encontramos compitiendo. Los educadores “vivos”, pues, quedan sumidos en un gran escepticismo.
Se podría generar un debate eterno en defensa de lo que la música puede hacer para el ser humano emocionalmente, y, de hecho, lograr que la gente supere este hándicap puede requerir algo más que argumentos. Por medio de los avances técnicos, la ciencia moderna ha sido capaz de liberarse de todas las preocupaciones antropocéntricas, o sea, verdaderamente humanistas 123d design download. Sin embargo, sería necesario que no solo se midiera al hombre a través de la preocupación por alcanzar nuevas fronteras o la esperanza de conquistar el espacio estelar, sino que debería procurar que el hecho musical se convirtiera en una disciplina rica en frutos, en la educación de valores y en la formación de personas que han de desarrollarse en el mundo actual. Es decir, no debería tratarse únicamente como una disciplina de contenidos y resultados, sino como formadora de personas.
Muchos no cuestionan que ciencias relativamente nuevas, como la psicología o la medicina clínica, hayan adquirido una importancia capital en la sociedad actual. Así, pues, si se da tanto valor a estas disciplinas, el artista también se puede preguntar si la música y la estética no deberían de tener un papel más relevante en la escuela. Pero el modelo que predomina, que es más bien cartesiano, no lo permite. La explicación debería ser sencilla, aunque para entenderlo habría que tener más conocimiento de la condición humana de la que tienen aquellos para los que las vías alternativas son inconcebibles 무한도전 레슬링 다운로드. Conseguir que el sistema supere este hándicap puede requerir algo más que argumentos, pero no hay duda de que esto supone una ganancia epistemológica.
El valor de la música en la escuela debería medirse por una de estas razones, entre otras:
– La transmisión de una herencia cultural en la que el arte musical se nos manifiesta como el más glorioso de los patrimonios culturales.
– Un estudio formal de la música puede abrir la cámara en que se encuentra atascada la banalidad actual, con la intención de que enjuague, y gracias al cual los alumnos pueden entender la riqueza de esta disciplina y aumentar el nivel de percepción para que les permita el disfrute de una forma artística más compleja.
– La música permite entender que no hay nunca una pregunta ni una respuesta suficientemente correctas, porque permite aceptar la ambigüedad, la tolerancia del error como belleza, porque la vida está llena 다운로드. La música aporta equilibrio al currículo, el cual puede ayudar a aclarar la visión distorsionada de la resolución de problemas.
– El hecho sonoro, el estudio de su comportamiento, de su organización teórica y de su desorden, producirá un enriquecimiento sustancial en las capacidades cognitivas del niño en cuanto a la memoria, la concentración y la atención. El beneficio será notorio para el aprendizaje de otras materias, como la lectura, las matemáticas y los nuevos idiomas.
– La posibilidad de tomar conciencia de que la aplicación de la teoría a la práctica, no siempre implícita en las otras áreas de conocimiento, aporta una gran satisfacción. Aprender haciendo es una realidad muy evidente en la música y en las artes plásticas.
Muchos de los alumnos, a los que de mayores se les pregunta sobre la escuela, tienen siempre presente la asignatura de música, y no porque actualmente sean grandes concertistas, sino porque el maestro aprovechó la asignatura para detectar sus talentos y respetar sus contribuciones 다운로드.
La afinación, el ritmo, la armonía, la coordinación, el movimiento, el espacio, todo son valores implícitos en nuestro día a día, en nuestro quehacer cotidiano. Sin embargo, la escuela prepara al alumno como un peón en el enorme tablero de ajedrez de la competencia económica internacional, mediante la superación de un estándar de exámenes que le conceden acreditación. Si el propósito principal de la educación debe ser la búsqueda de la belleza, la verdad, la bondad y el desarrollo de las capacidades humanas, no hay nada mejor que la música para contribuir a este propósito.
Quizás la neurociencia no está preparada para entender el espacio que corresponde a la música, o no lo quiere estar, dado que sería divorciarse de una serie de revoluciones científicas que, hoy por hoy, funcionan, y de las que ya no tenemos miedo 소드아트온라인 텍본 다운로드. Este miedo puede ser, pues, la respuesta que ha tener en cuenta el sistema educativo, e, incluso, la sociedad. En un mundo tan regido por las emociones, tenemos una gran herramienta que todavía no sabemos emplear, por lo que parece que es preferible dejar el tema en cuarentena antes que hacer daño con ellas. Y ¿qué es la música en esencia sino un acto incondicional hacia el miedo? Y así, el concepto del niño como héroe inacabado, definitivamente, desaparece, y se convierte en adulto ante un currículo que, como un verdugo, le condena a dejar atrás sueños e ilusiones.
Es curioso, pues, ahora, que la definición de creatividad e innovación esté tan de moda y que las empresas solo reclamen emprendimiento, que la música no sea un puntal obligatorio en las escuelas. Está claro que se niega al niño la imaginación como tributo para poder hacerse mayor. Ahora bien, una vez ya de adulto, se le exige recuperar el “tiempo perdido” 다운로드. Vivimos en un mundo de contrastes, de hielo y de fuego, de luz y de sombras, pero una cosa son contrastes y otra muy diferente, contradicciones.
Pero volviendo a la ciencia, se nos muestra un problema cuya causa es el escepticismo actual que impera en un subjetivismo o diversidad moral universal que necesariamente penetra en las escuelas. Las dos teorías del conocimiento de que provenimos pueden ser un buen espejo; el modelo científico galileano y el modelo científico aristotélico sirven para mostrar la separación entre la vida y el arte. Desde el primer modelo, “captar el mundo puede ser posible con independencia de cómo deberíamos vivir”, nos expresa el poderoso filósofo canadiense Charles Taylor. Este es el éxito (terrible) de la ciencia moderna, y punto de partida de los currículos actuales. En cambio, en el segundo modelo, el hombre busca cómo vivir en armonía dentro de este cosmos ordenado 신부들의 전쟁 다운로드.
El tema recae en el hecho de que, en el modelo científico actual -Galileo, Copérnico, Newton-, el hombre ya no tiene interés en explicarse dentro del mundo; por lo tanto, esto implica que haya menos compromiso moral y, en consecuencia, que se produzca un escepticismo en todas estas bases argumentales. Es digno de señalar que los científicos, sobre todo los de la nueva generación -hombres como Einstein, Planck, Niels Bohr y Schroedinge-, sean los que todavía tienen raíces profundas en una tradición según la cual las teorías científicas han de cumplir unos ciertos requisitos decididamente humanísticos, como es el caso de la simplicidad, la belleza y la armonía. Quizás gastamos muchos esfuerzos y dinero en preparar a estudiantes que fabriquen naves espaciales no tripuladas o bombas atómicas, aunque no sepan todavía atarse los cordones de los zapatos y caminar.
La respuesta al problema será, pues, vincular nuevamente estos dos factores hasta que uno no pueda entenderse sin el otro. Y aquí juega un papel fundamental la ética del maestro o, en el caso que nos ocupa, el hecho musical 다운로드.
Así pues, nos paramos a pensar si es prescindible una asignatura que nos aporte todos estos beneficios. Quizás muchos de nuestros niños no sientan la necesidad de hacerse músicos, o quizás tampoco hacerse historiadores o filólogos tras haber cursado cientos de horas de medio social o lenguas, pero sólo si les damos la posibilidad de tratarla, de amarla, de hacerla suya, serán capaces de entender la ganancia que representa. Una educación en la escuela de primaria nunca estará completa sin el desarrollo de las facultades artísticas, afirma Carl Orff; unas facultades que, por medio de la práctica adecuada de las artes, deben transformarse en cualidades, no ya con la finalidad de la formación de futuros intérpretes, sino pensando en los valores eminentemente educativos que su práctica implica.
Gal Gomila, abril 2015
Referencias
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